
No hubo nada que evitara que el tiempo se estancara en su transcurso.
Las palabras se fueron hilando, dejándose caer, quedando repartidas y juguetonas entre la silla, la mesa, mis cosas, los gatos, las tazas y las imágenes fijas de momentos ya congelados que cómo si hubiesen sido fotografías antiguas, dejábamos pasar...
Eras un remanso que traía los olores y sabores de un fin de mundo desconocido y codiciado...
Entraste por esa puerta y contigo entró el viento de ese confin... me quedé petrificada mirando tus manos grandes, tus muñecas firmes, tu decir tranquilo...
tu miedo , sí, tu miedo...
No pasó más tiempo que el necesario para que la noche cerrara su puerta y tu abrieras las ventanas dejando que ese sol curioso nos diera el salvoconducto para mirarnos las caras... las del asombro insomne... las del desvelo y la duda... las del sueño quizá cansado, quizá despojado, quizá queriendo volver a volar...
tu pelo y mis ojos huidizos algo de algo intentaban conversar... era imposible oir sus susurros, resultaba tan intimo su deseo...
Llegaste cómo un viajero sin maletas
¿dónde habrías dejado tu equipaje?
Después me fui enterando de que el tiempo era para tí un accesorio más , que lo llevabas en el bolsillo y no te incomodaba al caminar.
Descubrí el origen de tu somnolencia corregida y fui dejándome llevar por los esos sonidos poco habituales en mi entorno cotidiano... tan cotidiano... tan extremadamente cotidiano...
y estabas ahí...
Fue tu sonrisa... tu simpleza y tu forma de decidir lo que querías decidir...
fue tu sombra incolora y todo ese viento con que entraste en mi vida...
fue tu sabor a vida, a espasmo tranquilo, a sueño interrumpido lo que me hizo pensar, que quizá, por una de esas extrañas casualidades embrujadas, yo debía apropiarme de ti... y que en medio de todo esa desconocida codicia de apropiación... contigo aprender a ser feliz.
para ti amor... dulce, terreno, aereo... desde el lugar sin limite de la palabra...